No recuerdo exactamente cuándo lo conocí. Me da la impresión de que en mi infancia él siempre andaba cerca. Mis padres lo invitaban sin falta a pasar con nosotros las vacaciones de verano y lo incluían en prácticamente todos los acontecimientos familiares. Acostumbrábamos ir y volver juntos del colegio. En aquel entonces estábamos muy unidos y hablábamos mucho.
Cuando me hice mayor me sentí molesta y presionada. Quería entablar nuevas amistades y vivir nuevas experiencias; él, en cambio, representaba mi pasado, que me parecía embarazoso. A la larga decidí que no quería tenerlo más a mi lado y le dije que necesitaba un tiempo separada de él.
No recuerdo lo que me respondió, pero sí se me quedó grabada la tristeza que se reflejó en sus ojos. El caso es que accedió a darme espacio, y por un tiempo me sentí liberada. Por fin podía viajar sola, conocer gente y coleccionar recuerdos que no lo incluyeran a él. De cuando en cuando su rostro se asomaba entre mis pensamientos, y sentía curiosidad por saber qué andaría haciendo. Sin embargo, procuraba no detenerme a pensar mucho en eso. Sí, había sido duro romper con él, y me sentía un poco culpable por cómo había terminado nuestra relación; pero… ¿qué podía hacer?
Una vez me pareció verlo fugazmente en una calle llena de gente. En otra ocasión me quedé mirando de cerca a un mendigo instalado en una esquina, pues por un instante creí reconocer en su cara un rasgo de mi antiguo compañero.
Hasta que un día fui al cine con unos amigos para ver el estreno de un musical, y cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con él allí, ¡en la pantalla grande! Se había convertido en una superestrella, y yo inexplicablemente ni me había enterado. Sin embargo, no cabía la menor duda de que era él quien estaba allí cantando, bailando y con una pinta bárbara. Increíblemente encantador y atractivo, y al mismo tiempo valiente, original y compasivo.
Mientras veía la película se apoderaron de mí toda suerte de emociones, unas nuevas y otras que reconocí del tiempo en que habíamos estado juntos. «Debe de ser que no lo conocía tan bien como yo me imaginaba. O tal vez yo he cambiado».
No tardé en toparme con él. La alegría que manifestó al verme y el cálido y afectuoso abrazo con que me saludó borraron los malentendidos que habían marcado nuestro pasado. De pronto, todo volvió a cobrar sentido.
Desde entonces hemos renovado nuestra relación y pasamos juntos todo el tiempo que podemos. Me he vuelto a convencer de que es la persona más divertida, aventurera y tierna que conozco. Todavía tenemos nuestros altibajos, pero la vida sería inconcebible para mí sin mi mejor amigo, ¡Jesús!
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1 Corintios 14:37 (NVI) Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que esto que les escribo es mandato del Señor.
Lucas 6:46 (NVI) »¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?
Juan 16:13 (NVI) Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir.
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