Nací en el norte de Italia, en la ciudad de Romeo y Julieta. Cuando iba al colegio, pasaba todos los días por debajo del famoso balcón donde, en la obra de Shakespeare, la pareja intercambia apasionadas promesas después de una fiesta. Hace poco regresé a Verona y volví a pasar por allí; pero era tal el enjambre de turistas que prácticamente me fue imposible acercarme al balcón. Noté que las paredes estaban cubiertas de firmas. Por lo visto la municipalidad tiene que repintarlas cada tanto para que otros turistas fascinados puedan inscribir en ellas su nombre. En esa calle hay también varias tiendas que venden souvenirs relacionados con el amor.
No sé lo que pensaría Shakespeare de las incontables recreaciones y adaptaciones que se han hecho de su obra dramática. Lo que es indudable es que nunca había sido tan célebre como ahora. Cada vez que alguien me pregunta de dónde soy, mi respuesta suscita sonrisas y suspiros: «¡Romeo y Julieta!»
A mí también, cuando era jovencita, me atraía mucho la tragedia de los dos enamorados. Si bien durante años anhelé en secreto que se apareciera mi romeo y cumpliera los deseos de mi corazón, la vida —y 38 años de altibajos matrimoniales— me ha enseñado mucho.
Hace poco leí una excelente frase: «Entre enamorarse y amar hay una gran diferencia. Uno se enamora porque sí. En cambio, para amar de verdad a alguien es necesario sudar, sufrir, reír, perder sueño, entregarse. El amor auténtico no se da así como así. Es algo que se construye».
Aunque me encantan las novelas románticas, he aprendido que el amor genuino es bastante distinto. Es algo que supera la prueba del tiempo, que implica dar sin recibir a cambio y que es, por sobre todas las cosas, un compromiso. Shakespeare mismo dijo: «El curso del amor verdadero nunca ha estado exento de dificultades». Todo un desafío.
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1 Pedro 3:7 (NVI) De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.
Cantares 7:6 (NVI) Cuán bella eres, amor mío, ¡cuán encantadora en tus delicias!
Cantares 6:3 (NVI) Yo soy de mi amado, y mi amado es mío; él apacienta su rebaño entre azucenas.
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